Panda de maricas

Ya estamos aquí, temblad, recoged vuestras enaguas, vuestros vestidos con volantes, recoged a vuestros hijos y vuestros papeles y vuestros paños de cocina, ya estamos aquí, hemos vuelto, venimos de un largo viaje por nosotros mismos y podemos decir que hemos visto y oído y hemos saboreado y hemos tocado y hemos sufrido y gozado y hemos fregado los platos antes de salir de casa. Y hablo en plural y debería decir hablamos y no hablo porque yo soy yo y soy vosotros y vosotros no sois otra cosa que una panda de maricas y yo no soy otra cosa que un pusilánime hipocondríaco que cada día está a punto de morir 87 veces y a punto de enamorarse 56 veces y se come el postre y el primer plato y el segundo y no bebé café desde hace tiempo. La retroalimentación es lo que se alimenta por detrás por el recto todo recto y sin parar hasta pasar la próstata y cuando creas que has llegado sigue un poco más, sólo entonces sabrás de lo que hablo y cuando eso ocurra llámame y me lo cuentas a ver si así lo entiendo porque soy yo el que de verdad no tiene ni puta idea de lo que ahora estoy escribiendo la escritura de cambio automático y control de tracción y seis airbag es la escritura de los hijos de Arturo Pérez Reverte, la mía es la escritura de la ladilla que Rimbaud tenía en los pelos del culo cuando hizo con Verlaine eso que vosotros llamáis retroalimentación.

A la mierda el caos

Yo, como el Sr. Kander, también me pido y me salto la “b”, esto es:

B = ( D × 1/ λ ) – A – C

Donde A es Danilo, B es El Literato, C es el Sr. Kander y λ es el componente de sinergia entre los otros tres elementos.

De lo que se desprende que si queremos que esto funcione, esto es, que D alcance un valor respetable, me temo que, supuesto un valor mínimo y equilibrado para cada una de las A, B y C, es más importante la sinergia que se pueda generar entre ellas, que el valor que cada una pueda adquirir por separado.

Porque, naturalmente:

( A + B + C ) × λ = D

¡Así que más retroalimentación, me cago en la leche!

Literatura de cañón

Arturo, un platónico. Y Danilo, un aristotélico. ¡Coño, aquí hace falta un buen nihilista! Pero aún no, todo a su tiempo. Ahora me imagino a un joven Aristóteles sentado en una piedra mientras escucha concentrado a Platón. De repente, no pudiendo contener más su frustración, pega un salto y le estepa a su maestro: “¡No, no, no y no…! Pero qué coño de Ideas ni qué niño muerto. Yo no veo las Ideas por ninguna parte. Lo que yo veo son cosas, realidades como un gran ojo del culo.” Y Platón que se tambalea sentado en su triángulo rectángulo a punto de darle un pasmo. “Y me cago en el símil de la línea y en su puta madre. ¿Qué clase de escritura mitológica es ésa? Escribir sobre lo universal es escribir sobre aquello que tienes a mano, sobre la dura realidad, sobre lo que hace ¡pum, pum! cuando lo golpeas con rabia para que se aparte de tu camino. No hay ideas si no las hay en las cosas, por eso lo particular es lo más universal que existe en el mundo. ¡Que le den a la pureza universal!” ¿Limitarse a reflejar las cosas que son, no cómo conocerlas? (Ya viene el nihilista…) La realidad es lo que tienen en común cada uno de los reflejos del callejón del gato. Y cómo vamos a saber cuál es su común denominador si cada uno de nosotros no somos más que un miserable espejo deformado. ¡No podemos saberlo! Lo que te pica es una carta de vidente, Danilo, porque en realidad no eres un aristotélico, lo que tú eres en realidad es un Rimbaud con un chute de ketamina. Tú eres otro que tú mismo. Alcanzas lo desconocido que hay en ti por medio del desarreglo de todos tus sentidos, eres la madera que se descubre violín emitiendo una melodía quién sabe con qué significado. Y esa melodía es una mera cosa. ¿Tus poemas no eran cosas que simplemente son, que se quedan ahí y el resto lo ponen los demás? Pues éso. Eres un originador de sentido, el big-bang que se desentiende de sus efectos colaterales. Que esos efectos se las arreglen como puedan. No hay una única manera de sentir, hay tantas formas de sentir como transvaloraciones posibles, como ojos hay en la naturaleza virgen. ¿Y cómo vamos a saber cuál es la forma correcta de sentir? A no ser que se sea un esteta trascendental, otra vez no podemos saberlo. ¡Pero podemos sentirlo! (Aquí vuelve el platónico.) Yo no soy un hombre que salte con Octavio Paz (bueno, excepto con Piedra de sol), yo soy un hombre que salta gracias a la fe, que sabe cuál es la forma de sentir correcta porque la siente. Y que valga la redundancia, me cago en la puta. ¿Te digo qué es la realidad? Pues te lo digo, joder. La realidad es el dolor de un niño. Si ni siquiera somos capaces de ponernos de acuerdo en el dolor de un niño, entonces todo valdría lo mismo y todos nos convertiríamos en Saturnos devorándonos a nosotros mismos. Pero, desgraciadamente, no hay pruebas de nada de ésto. Por eso hay que dar un salto de fe, como Indiana Jones en La última cruzada. Te pones la mano en el pecho, cierras los ojos y das un paso hacia el abismo. ¡Qué va, qué va, qué va…, yo leo a Kierkegaard! Y de repente, allí aparece el suelo, lo desconocido que sólo se le da a conocer al “fe-yente”, aunque esa palabra carezca de existencia… ¿Que qué es la realidad? ¡¿Que qué es la realidad?! Joder, pues claro que te explicas, coño. Si estoy de acuerdo contigo. Aquí no hay tensó que valga. La realidad es Céline con una sobredosis de signos de exclamación. La realidad son cañonazos de ruido y literatura que no significan nada. La realidad es J. D. Salinger acumulando novelas en una caja fuerte con la última voluntad de quemarlas cuando muera. La realidad es la pelusa del ombligo que recurres a quitarte cuando ya no puedes más de aburrimiento. La realidad es el dolor sordo de la existencia, o lo que es peor, el estridente dolor de la supervivencia. La realidad es todo eso y muchas otras cosas, pero a veces —aunque sólo a veces—, la realidad también puede llegar a ser el simple hecho de dar un paseo con un amigo por el barrio de Charlottenlund (Copenhague, Dinamarca) mientras te comes un helado que se te desparrama por la mano. Y perdón por las pedanterías, joder.

Literatura y realidad (o lo que me pica)

La literatura. Escucho a Vivaldi, ya no escribo con la tele encendida, no lo necesito, desde que tomo un inhibidor de la recaptación de la serotonina la tele me la trae floja. La literatura. Dicen que la literatura no nos muestra la realidad, sino que nos enseña a conocer la realidad. Cómo conocer. Cómo acercarnos, cómo dar el salto. El hombre del salto. Soy un hombre que salta gracias a Octavio Paz. Literato Morboso, dime. Yo me acerco a la realidad a través de la realidad misma, me sorprenden las cosas que me rodean y que me obligan a cuestionar mi existencia, mi culo sobre la silla, mis pies descalzos sobre la madera. Cuando escribo no sé lo que hago. No me planteo conocer la realidad, me planteo cuestionarme a mí mismo. La literatura es eso que me hace cuestionarme, y cuando escribo procuro cuestionarme algo más. Escribo sobre lo que soy, sobre cómo me veo, tal vez me limito a reflejar las cosas que son, no cómo conocerlas, sin embargo al escribirme a mí me ayudo a conocerme. Yo no soy único. Yo soy tú. Cuando hablo de mí hablo de ti. He ahí la literatura universal. Una vez, sentado en el café Jamaica de Parla, Alguien que sea yo me dijo “voy a escribir un libro acerca del amor universal, poemas en los que hable del amor universal”. Desde entonces me planteo eso de “universal”. Yo pensaba, jo, qué difícil, qué bueno el tío este, yo sólo escribo para follar con chicas. Ahora lo sé. Escribir sobre lo universal es escribir sobre aquello que tienes a mano, sobre los carteles de oferta del supermercado, un kilo de carne, fruta, verdura, huevos, latas de atún claro Calvo. Lo universal es lo que hace que no puedas conciliar el sueño por la noche, no el miedo, no el dolor, hablo del auricular del iPod que se te clava en la espalda, hablo de la servilleta de papel arrugada dentro del plato, de las esquinas del salón llenas de mierda, lo universal es lo menos universal. Yo soy tú, las gilipolleces son lo absoluto, llegar al conocimiento de la realidad es aprender a fregar bien las cacerolas, comprar Calgonit, contar los pasos que hay desde la casa de Arturo hasta la casa de Manolo cuando tienes 19 años. La realidad no es un atardecer, no es el firmamento, no es el horizonte. La realidad no es el amor, no es la injusticia, la realidad no es el Everest ni unas vacaciones alrededor del mundo, no, la realidad es un padrastro en el dedo índice, ver a alguien a lo lejos que se parece a alguien, la cantimplora casi sin agua. No sé si me explico. La realidad es lo que llevas dentro. Mi realidad, ahora mismo, es el concerto in A minor RV356 y una pomada para las hemorroides.


= [Igualdad no, paralelismo]

Mi escritura es lo que ponen los demás, una apostilla sin importancia, el rabo entre las piernas del perro que husmea el suelo buscando cualquier cosa que llevarse a la boca. Y cuando digo "cosa", digo tus poemas, tus escritos… No, no nos queda Por qué dejé de ser de izquierdas, se nos ha agotado. Y cuando repito "cosa", te digo a ti que estás ahí sentado con la tele irremediablemente encendida, con el cristalino de tus ojillos reflejando la pantalla de tu manzanita y con tu mesa llena de cachivaches gregerescos, esa botella de agua de marca, los libros medio-empezados que nunca acabarás, el sandwich de pavo con la forma de tu dentadura grabada… ¿Que si soy de aquí…? ¿Usted que creé, con este pedazo de logotipo que tengo marcado como una res en el pecho? No sé quién decía que toda la historia de la filosofía no es más que una nota a pie de página de Platón. Platón lo dijo todo, o lo puso todo sobre la mesa, sobre el tapete, apostó todo lo que tenía y se llevó la banca. El casino tuvo que cerrar. "Ahí os quedáis, idiotas, yo me voy a dormir el sueño de los justos con mis Ideas". ¿Que con qué "circunstancia", "crítica ontológica", "noúmeno", voy a agredirte? ¿Creías que iba a ser con Ortega, Hume, Kant? Pues no, querido Danilo, toma Platón y menos… No, señora, Lou Marinoff publico primero Más platón y menos prozac, El ABC de la felicidad es posterior. Toma Platón y menos postmodernidad. Porque yo, querido Danilo, yo soy una de esas notas a pie de página, en este caso a pie de tu página, que por sí misma no vale mucho, pero, coño, aclara que no veas. ¿Qué te parece esa teoría de la escritura, de mi escritura? Aunque en realidad deben de haber tantas escrituras como anuncios de televisión, lo que importa es emocionarse. Qué más da si en el McDonald´s te ponen la Coca-cola aguada o si en algún lugar apartado del mundo la utilizan para desatascar tuberías. Porque cuando veo un anuncio de Coca-cola, me entran unas ganas irrefrenables de ser tan feliz como uno de los memos que salen en sus anuncios… Así que, coño, me abro una lata de Coca-cola y espero a ver si la felicidad me deja noqueado. Pero no, no lo hace, me he dejado embargar por la emoción de un anuncio que te deja con las manos vacías justo después de habértelas llenado con un montón de promesas… Joder, me he perdido. ¿Qué? (…) ¿El baño? Caballero, ¿por qué no sale medado de casa? (…) Es que nada, ni próstata ni hostias… Ya ni sé que cojones quería explicar con lo de la Coca-cola. Bueno, sí, que en la escritura lo único que importa es emocionarse. ¿Lo que tú escribes emociona?, ¿te emociona a ti al menos escribirlo? Porque es mucho más importante emocionarse uno mismo escribiendo que emocionar a cualquiera con su lectura. ¡¿Pero cómo va a estar aún abierta la librería si ya hemos apagado todas las luces?! Se me ocurren los esbozos de todas estas ideas mientras atiendo en la librería en la que trabajo, pero las escribo luego, más tarde —en realidad, mucho más tarde—, sólo después de haberlas reflexionado lo suficiente y darme cuenta de tampoco había tanta diferencia entre lo que pensé entonces y lo que termino de escribir ahora con el punto que viene después de esta última palabra.

¿el qué?

Pues la damos por comenzada. Tensó. Mi sangre. Mi mierda. Loréal. Todo lo que se mueve y ve cosas y sabe lo que vale un peine. Mi escritura rápida y sin respiración, tu escritura lenta y afilada. H&M. Un grito. ¿Arturo dijo eso? No lo recuerdo. Arturo. Otro escritor. Podríamos invitarle a la tensó, sé que ahora vuelve a escribir, nunca dejó de hacerlo. Telefónica. ¿Con qué vas a agredirme? ¿Con qué circunstancia, con que crítica ontológica, con qué noúmeno? Ayer leí en el blog de Rafael Reig, Nisan Micra, que un poema no es una idea, ni un pensamiento, que un poema es una cosa, tiene que ser cosa, objeto, algo que podamos tocar. Auden. Biacal. Mis poemas son cosas, no dicen ideas, no cuentan historias, simplemente son, dicen, cuentan, se quedan ahí, el resto lo ponen los demás. Si tienen algo que poner. Leroy Merlín. Claro. ¿Qué pones tú cuando lees? ¿cuándo lees? ¿lees? ¿Sabes acaso qué es escribir? ¿qué implica escribir? Toyota Rav4. Necesito comprarme otro modelo de gafas. Esto no suena muy poético, pero es que ya no soy lo que era, por suerte, claro. Bacardy. Y escribo esto con la tele irremediablemente encendida, mientras ponen los anuncios. Test de embarazo digital Clearblue. Pide claridad, pide Clearblue.

El grito

Como decía nuestro espíritu afín Arturo, la expresión más auténtica que puede emitir un hombre es un grito, porque cuando una persona grita, él es su grito, esa es la esencia profunda de su ser, si es que el hombre o la mujer son algo. Posiblemente no fuera exactamente así lo que decía Arturo, pero creo que por ahí iban los tiros. En cualquier caso, donde digo «grito», se puede decir la «sangre» de la que tú hablas. Lo que me lleva a eso que decía Woody Allen —cito de memoria— en La maldición del escorpión de jade: «La sangre se mueve, circula por ahí y ha visto cosas, sabe lo que vale un peine
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No sé cuanto voy a escribir en esta porquería de tensó, porque mi escribir natural es de tres palabras por minuto, o menos, pero voy a intentarlo, a ver lo que sale y con cuánta frecuencia. Quizás ésto de deba a un exceso en la densidad de mi sangre que hace circule seis veces más lenta que la de cualquiera. Y por eso mi escribir se convierte en algo tan denso y reconcentrado, ya sabes. Nada que ver tu escritura, que es todo lo contrario, pero bueno, ahí también está la gracia, ¿no?, en el contraste.
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Respecto al público que ya tenemos, por mí he de decir que la tensó ya ha comenzado. ¿O no? Pero no te creas que por poético que vayas a ser, tu mierda vaya a oler mejor que la mía. Porque no son más dos mierdas afines y complementarias, la una diarréica y la otra estreñida. «Eres lo que tienes, eres lo que te rodea a menos de 3 metros de distancia.» ¿Quién ha dicho eso hace poco...? Jajaja… Supongo que eso también incluye la mierda que tenemos dentro y que luego defecamos quedándosenos colgada de los pelos del culo. Porque así es, por la basura de alguien se pueden llegar a saber muchas cosas, también por sus escreciones.
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Postdata: Y cúrrate un dibujito o algo para la cabecera del blog, ¿no? Unas plumas batiéndose en duelo o algo así, yo qué sé, lo que se te ocurra…
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